Las agricultoras asumen nuevos roles en el riego y el cuidado del agua

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Las mujeres han ocupado siempre un lugar relevante en la vida del campo y las actividades agrícolas a nivel familiar, pero su participación ha sido escasa en las organizaciones agrícolas en general y más aún en las organizaciones de usuarios de aguas, tradicionalmente espacios exclusivos de hombres.

Pero algo ha empezado a cambiar también en el campo. Las mujeres han ido incorporándose a las organizaciones de canalistas, Juntas de Vigilancia o cooperativas, y empiezan a ocupar cargos en sus directivas, muchas veces a partir de sus emprendimientos, y por la necesidad de hacerse cargo de la gestión del agua de sus predios.

Innovadoras

Es el caso de Gabriela Gatica, 43 años, ingeniera agrónoma, agricultora y emprendedora, que ha participado en las actividades del Programa de Transferencia Calidad de aguas y Buenas Prácticas, de la Comisión Nacional de Riego, junto a otras mujeres de Linares. Gabriela es usuaria del canal Letelier, y es una de las representantes de “las nuevas agricultoras, de las que estamos empoderadas”, dice.

Emprendedora con la marca “Infusiones de la abuela”, es el emprendimiento con el que acaba de recibir el premio “Cumple tu sueño”, de la Fundación Banigualdad, siendo una de las 7 seleccionadas entre 3.700 postulaciones por su innovación para producir té, yerba mate y otras infusiones, y convertirlo en producto final exitoso.

“Somos muchas, pero poco visibles todavía. Y somos innovadoras, la innovación en el mundo agrícola se relaciona con las mujeres, en procesos productivos, de capacitaciones, de ventas”, cuenta Gatica.

El cambio generacional

Gabriela cree que el cambio es lento en las directivas de las organizaciones porque la mayoría son personas muy mayores “que tienen una visión de la realidad agrícola distinta a la actual”.

Y también porque ve poco recambio en las organizaciones: “hay gente que lleva demasiados años en esos cargos. Eso es un problema, porque si es difícil entrar para cualquier persona, es mucho más difícil para las mujeres, que terminan siendo las secretarias muchas veces”, reflexiona.

Otra dificultad de las mujeres para incorporarse a sus organizaciones tiene que ver con el contexto legal: la mayoría de los derechos están inscritos a nombre de los hombres de sus familias, sean esposos, padres, hermanos o hijos.

“Si bien los dirigentes son varones muchas participantes son mujeres, pero en mi asociación las mujeres somos un 2.6%, según los papeles que pudimos localizar. Muy poco para la realidad que vivimos”, explica.

Una presidenta pionera

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Brígida Trureo

Brígida Trureo Garrido es presidenta de la comunidad El Pando Llancanao, que recibe agua de los ríos Ancoa y Melado. Es una de las pocas mujeres a cargo de una organización. Tenía 50 años cuando se decidió a entrar a la directiva, “por la necesidad del agua, que llegaba escasamente”, pero también “por el poco motivo que tenían las personas que eran regantes. Casi nadie se interesaba para ir a reuniones y en ver como se trabajaba para que nos llegara el agua. Me preocupé porque los canales no se mantenían bien y había muchas necesidades. Esa fue mi primera motivación para entrar a la comunidad de El Pando”.

Su mirada sobre la llegada de mujeres a la agricultura es sobre “una evolución que veo muy bien porque las mujeres han despertado y si tienen su campo están viendo cómo hacerlo producir”. Ahora se sienten valiosas en todo, “porque antiguamente las miraban como inútiles que no sabían hacer las cosas del campo”.

Brígida Trureo participa de cursos, capacitaciones y todas las actividades que enriquezcan su trabajo, que tiene entre sus preocupaciones cuidar la calidad del agua de riego. “Participar en programas como éste, sobre cuidado de la calidad de agua, me ha beneficiado mucho. Aprendemos bien lo saludable que debe ser el agua, que tenemos que limpiar la contaminación”, explica Brígida cuya gestión es ampliamente respetada y valorada por su comunidad.

El valor de los liderazgos femeninos

Claudio Cortés, ingeniero civil, Coordinador Regional de la Comisión Nacional de Riego en Maule, cuenta la mirada del Estado en este punto: “Las mujeres siempre han participado en el campo, la diferencia es que ahora están tomando un rol distinto. Están tomando liderazgos, presidencias, como la señora Brígida Trureo”.

Para Cortés estos liderazgos femeninos, contribuyen porque: “les da otra visión a las organizaciones de usuarios de agua, porque ellas se esfuerzan en desarrollar otras preocupaciones, como la de la calidad de agua, que es una preocupación nueva que tienen los agricultores y con la aparición del interés de la mujer por estos temas tan importantes, esto se une, se hermana. Y es importante que la mujer forme parte de ese desenlace”.

La educación

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María Isabel Muñoz, dirigente del canal La Cañada. Linares.

María Isabel Muñoz, viuda, profesora, dirigente del canal La Cañada, afluente del río Ancoa, comparte la idea “que los programas que entregan conocimientos son muy bien valorados entre la gente del campo en este tiempo”. Ella se hizo cargo de su terreno cuando se jubiló, y ahora lo cultiva con árboles frutales, huerta, y producción de mermeladas para ayudar a su pensión.

Su experiencia como dirigente, “es muy buena y ayuda a que las mujeres nos integremos en las asociaciones que han sido siempre tradicionalmente de varones”. Como profesora le importa mucho la educación, que también considera que es un tema pendiente en el campo.

Esta demanda de agricultoras y agricultores, en mejorar la gestión de su trabajo productivo, y ahora conscientes de su responsabilidad para cuidar la calidad del agua, se refleja en la explicación de María Isabel Muñoz sobre el primer año del programa Transferencia Calidad de Aguas y Buenas Prácticas, en O´Higgins y Maule.

“Las capacitaciones, las clases y la gira tecnológica han sido buenas, nos han servido para estar informadas y empoderarnos de esto. Las dirigentes tenemos que saber bien la problemática real del agua, sobre todo, la parte legal porque sabemos muy poco. Ha sido súper importante recibir ese apoyo”, agradeció.

Esta visión es compartida por Gabriela Gatica: “La bajada de información ha sido sumamente relevante en este programa de la CNR, lo que aprendimos también. Me quedo con la sensación que puede ser ampliado a muchos otros regantes y usuarios de agua”, dijo, repitiendo una petición hecha por distintos regantes en actividades del Programa.

Esta petición para repetir estos programas para las cuencas que no han participado, la recoge Claudio Cortés: “Considerando los problemas que vemos en distintos lugares, es muy probable que este tipo de programas se repliquen en esas zonas”, reflexiona el Coordinador Regional de Maule de la CNR.

Los derechos pendientes

El contexto legal de los derechos, con una gran parte no inscritos o sin regularizar, y la falta de información que tienen algunas cuencas de sus propios usuarios, es un impedimento para los regantes. Las mujeres que tienen derechos inscritos son pocas todavía.

Gabriela Gatica, que participa de un programa piloto en el canal Letelier para identificar no solo al titular de los regantes sino también a su núcleo familiar, que también depende del agua, porque tienen actividad productiva relacionada con el riego, opina que es una desventaja que deben superar muchas mujeres: “Esto también tiene que ver con la falta de conocimientos de la mujer rural”.

La participación femenina es limitada también por el aspecto legal: “normalmente el titular de las cuentas de agua es el hombre, pero la mujer hace uso de esas aguas para su producción agrícola. No hay un conteo de quiénes y cuántos somos ni en qué ocupamos el agua, y las inscripciones de títulos de dominio tampoco están claras”.

Actoras activas

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Marta Pérez, profesora de Historia y Geografía

Para Marta Pérez, profesora de Historia y Geografía y casada con un “hombre de campo”, la decisión de dejar Santiago hace más de 30 años fue detonada por una situación familiar delicada que cambió su vida. Su primer vínculo con la agricultura fue a través de tabaqueros, que era entonces “una actividad exclusiva de hombres”.

Eran los tiempos cuando en una asamblea de 100 agricultores con suerte había 2 mujeres: “había muchas en el papel, porque en el campo los hombres hacen que la mujer lleve la contabilidad, pero ellos llevan los cultivos. Éramos muy pocas”. Ahora, cada vez se integran más: “a lo mejor no en la proporción ni con la fuerza que yo quisiera, pero si se manifiestan más libremente”.

Marta explica orgullosa su experiencia de género cuando le ha tocado asistir a reuniones de directorios generales de canales: “ha sido muy gratificante escuchar a mujeres con muy buena argumentación, preparadas, desenvueltas y que conocen el rubro, que les gusta el campo y que son actoras activas y que saben hacer valer sus puntos de vista”.

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María Carril Quintana, presidenta del consejo de administración de la Cooperativa de riego El Maule

María Carril Quintana, presidenta del consejo de administración de la Cooperativa de riego El Maule, que abarca 14 canales y 4.500 regantes.

“En la pequeña agricultura hay muchos problemas de calidad de agua en los canales”

“Hemos avanzado, pero aún falta mucho en la participación femenina. Y este cambio ha sucedido también por una situación más de tipo social. Muchas mujeres emprendieron en las parcelas que quedaron después de la Reforma Agraria, en pequeños viveros de flores o de hortalizas o huertos de subsistencia. Así fue como ellas, las pequeñas, empezaron a ser respetadas en este rubro.

Son menos las mujeres con campos más grandes, y nuestro trabajo está dirigido al pequeño agricultor que es el que más necesita asistencia, orientación. Los capitales mayores se dedican a otras producciones, pero muchos pequeños producen poca cantidad de cebollas o flores, y con eso que ganan subsisten el año entero logrando mantenerse en forma digna.

La fuerza femenina se ha desarrollado y ganado su espacio gracias a su emprendimiento. Uno de los grandes problemas que tenemos con la calidad del agua es la expansión de los alcantarillados rurales. Los hacen para evitar la contaminación de las aguas de los canales, pero este es un problema que en Chile no queremos ver.

Si hacemos un análisis de las aguas con que regamos vamos a encontrar con que hay muchas contaminadas. Hay algunos muestreos malos, pero a pesar de esto no hay un cuidado de base sobre el uso de los productos químicos que van a dar a los canales ni tampoco sobre la contaminación que producen los núcleos urbanos para los canales de riego”.

No se entiende por qué esto no se ha querido ver ni ‘enterrarle el diente’, y aquí hay que agradecer indirectamente a los más grandes, que exportan y tiene que certificar que han regado con aguas limpias. Pero en el mundo de pequeña agricultura falta mucho que hacer en la calidad del agua con que regamos”.


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