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El pasado 29 de octubre se conmemoró el Día Mundial del Ataque Cerebrovascular (ACV), un evento crítico que se produce cuando se interrumpe el flujo sanguíneo hacia el cerebro, ya sea por un coágulo que bloquea una arteria (ACV isquémico) o por la ruptura de un vaso sanguíneo (ACV hemorrágico). Este daño puede causar la muerte de las células cerebrales en la zona afectada y, en muchos casos, dejar secuelas graves.
Factores de riesgo en aumento
La Dra. Dominique Lister, neuróloga del Centro de Neurociencias de Clínica Universidad de los Andes, señala un preocupante incremento en la incidencia de ACV en los últimos años, atribuido al envejecimiento de la población y a un aumento de factores de riesgo. “El estilo de vida moderno, caracterizado por el estrés y la falta de actividad física, también ha contribuido al crecimiento de esta patología”, comenta la especialista.
Entre los factores de riesgo más comunes se encuentran la hipertensión arterial, obesidad, diabetes, sedentarismo, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol. La edad avanzada, antecedentes familiares y condiciones cardiacas como la fibrilación auricular también aumentan la probabilidad de sufrir un ACV.
Síntomas a reconocer
Los síntomas de un ACV suelen aparecer sin previo aviso y deben ser atendidos de inmediato. Entre ellos se incluyen:
- Debilidad o adormecimiento repentino en la cara, brazo o pierna, especialmente en un solo lado del cuerpo
- Dificultad para hablar o entender
- Pérdida repentina de la visión en uno o ambos ojos
- Problemas de equilibrio o coordinación
- Dolor de cabeza intenso sin causa aparente
Ante la presencia de alguno de estos signos, es fundamental dirigirse de inmediato a un servicio de urgencia, ya que el tratamiento temprano es crucial para evitar consecuencias graves. Se estima que por cada minuto que pasa sin atención médica, mueren dos millones de neuronas, lo que puede marcar la diferencia entre una recuperación completa y una discapacidad severa o incluso la muerte.
Prevención y estilo de vida saludable
La prevención juega un papel esencial en la reducción de los riesgos asociados al ACV. La Dra. Lister enfatiza la necesidad de adoptar un estilo de vida saludable con una dieta equilibrada, baja en sal y grasas, la práctica regular de actividad física y el mantenimiento de un peso saludable. "Es igualmente importante realizar chequeos médicos periódicos para identificar cualquier factor de riesgo de manera temprana", concluye la neuróloga.