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El hígado graso, o esteatosis hepática, es una de las enfermedades más comunes en la actualidad, causada principalmente por el sedentarismo, una dieta poco saludable y el consumo excesivo de alcohol. Aunque puede no presentar síntomas al inicio, esta condición puede evolucionar hacia problemas más graves como la cirrosis si no se aborda adecuadamente.
Acumulación de grasa en el hígado
La Dra. Francesca Gorziglia, gastroenteróloga y subdirectora médica de Clínica Colonial, señala que el hígado graso "es una acumulación de grasa en las células del hígado. Aunque puede no presentar síntomas al principio, si no se trata a tiempo, puede desencadenar problemas graves de salud".
Cambios en la alimentación como primer paso
Eliminar las grasas saturadas y los azúcares es fundamental para revertir el hígado graso. Esto implica reducir el consumo de alimentos procesados, fritos y carnes grasas, además de evitar productos azucarados como bebidas, dulces y alimentos ultra procesados, que favorecen la acumulación de grasa en el hígado.
Mantener una rutina alimentaria estable
Realizar cinco comidas al día es otra recomendación clave. Según la Dra. Gorziglia, optar por comidas pequeñas y balanceadas con proteínas magras, vegetales y grasas saludables ayuda a mantener el metabolismo activo, evitando el almacenamiento excesivo de grasa.
Eliminar el alcohol y el tabaco
El consumo de alcohol es una de las principales causas de hígado graso, por lo que es crucial eliminarlo por completo. Asimismo, evitar el tabaco contribuye a prevenir el agravamiento de esta afección y otros problemas de salud relacionados.
Ejercicio regular para mejorar la salud hepática
Realizar actividad física 3 a 4 días por semana es esencial para combatir el hígado graso. Caminar, trotar, andar en bicicleta o hacer ejercicios de resistencia no solo ayudan a quemar grasa, sino que también mejoran la función del hígado y favorecen su regeneración.
Un enfoque preventivo y reversible
La buena noticia es que el hígado graso puede revertirse mediante cambios simples en el estilo de vida y la alimentación. Adoptar hábitos saludables no solo mejora la salud hepática, sino que también previene complicaciones graves a largo plazo.