“La salud mental y las dificultades que se desprenden de ella, son temas pocos conversados, lo que ha reflejado un aumento en las necesidades de apoyo a la salud mental y una agudización de enfermedades de este ámbito, de allí la importancia de realizar charlas como la vivida hoy”, señaló Paula Antileo, coordinadora clínica de Atención Ambulatoria del Servicio de Salud Mental y Psiquiatría del Hospital Regional Rancagua (HRR) respecto a la jornada que se efectuó a las funcionarias del jardín Arcoíris, de la Unidad Educativa del centro asistencial, cuyo objetivo fue entregar herramientas para la detección y abordaje oportuno de casos relacionados al espectro autista en pre escolares que asisten al recinto educativo.
La actividad, enmarcada en el mes de la salud mental del HRR, se centró en niños de entre 2 y 5 años de edad y fue liderada por el área infanto-juvenil del Centro de Salud Mental Comunitario Cosam Norte, del Hospital Regional, siendo dirigida por su coordinador, Eduardo González. “La idea era no solo entregar orientaciones e información relativa a esta condición de neurodesarrollo, sino proporcionarles recursos básicos para facilitar el manejo de los casos de T. E. A., y asimismo puedan apoyar -con estructuras o lineamientos de trabajo- a los padres de estos menores”, señaló el profesional.
En esa misma línea, Antileo enfatizó la importancia que tuvo el evento en cuanto a la entrega de estrategias de manejo de casos de T. E. A. en el aula, agregando que “el servicio es inclusivo, por lo que es fundamental este tipo de iniciativas, que permitan conocer algunos indicadores de autismo -o de sospecha del mismo- para que sean los neurólogos quienes puedan, luego, realizar el diagnóstico debidamente, y entendiendo que el jardín responde a una necesidad transversal de los funcionarios del hospital, podamos estar siempre atentos, con una actitud cuidadosa”.
Sobre los rasgos del trastorno de espectro autista, González advirtió que corresponden a “una alteración funcional, que implica una serie de características del comportamiento, que inciden en la comunicación e interacción social, dificultándolas y generando fallas. En ese sentido, las funcionarias de la unidad educativa, pueden observar y diferenciar entre los menores, aquellos patrones restringidos y repetitivos, defectos en el lenguaje no verbal, problemas en la interacción social, como si comparten o no intereses o placeres con sus pares, responden o no al nombre, mantienen posturas o expresiones corporales extrañas, realizan o no contacto visual, entre otras señales”.