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Una herida que no cicatriza, sensación de pesadez o dolor persistente al caminar pueden ser mucho más que simples molestias. Estos síntomas podrían ser señales tempranas de úlceras venosas, una lesión crónica que afecta a más de 40 mil personas en Chile, según un estudio de la Fundación Instituto Nacional de Heridas de 2017. De no tratarse a tiempo, estas heridas pueden tener un fuerte impacto en la calidad de vida de quienes las padecen.
Detección temprana: una clave para evitar complicaciones
Las úlceras venosas son consideradas crónicas no solo por su duración superior a dos semanas, sino también por su compleja cicatrización, muchas veces influida por infecciones, diabetes o alteraciones vasculares. “Es clave detectar los signos de alerta y contar con un diagnóstico profesional temprano”, advierte Anyfer Espinoza, enfermera y especialista clínica de Solventum. Entre los síntomas más comunes destacan la hinchazón persistente, cambios de color en la piel, bordes irregulares con exudado abundante y la percepción de pulsos en pie y tobillo.
Tratamientos modernos para mejorar la calidad de vida
Espinoza señala que un abordaje integral y diagnóstico oportuno pueden reducir el riesgo de infecciones y limitaciones funcionales. Las terapias incluyen desde vendajes compresivos como el sistema 3M Coban 2, que mejora el retorno venoso sin afectar la movilidad, hasta cuidados locales con apósitos avanzados, desbridamiento y protección cutánea sin alcohol. También se consideran medicamentos específicos, control del dolor, terapias avanzadas como injertos o presión negativa, y opciones quirúrgicas como la escleroterapia o ablación con láser.
La prevención también comienza en casa
El autocuidado es una herramienta clave para prevenir la aparición o agravamiento de estas lesiones. La especialista recomienda “caminar regularmente y realizar movimientos del tobillo, elevar las piernas a tolerancia y usar calcetines compresivos clase I para estimular la circulación y reducir el edema”. Además, mantener una alimentación saludable, controlar enfermedades crónicas y cuidar la higiene e hidratación de la piel son prácticas fundamentales para prevenir complicaciones.