Desde el año 1993, cada 18 de agosto se celebra en nuestro país el “Día de la solidaridad” en honor al Padre Alberto Hurtado. El día que se instituyó oficialmente esta fecha conmemorativa, el Presidente de la República en ejercicio, don Patricio Aylwin Azócar señalaba: “Solo en la medida en que nos ayudemos los unos a los otros permanentemente y entendamos que nuestro paso por la vida es solidario, solo así podremos construir una vida feliz, de comprensión, una vida verdaderamente humana” (Fundación Padre Hurtado, 2024).
Al conmemorar 31 años de este hito, bien cabe reflexionar respecto si la solidaridad sigue teniendo un espacio relevante en nuestra sociedad.
Chile es un país solidario. Esta aseveración se resalta y repite cada vez que nuestro país es afectado por un acontecimiento que lo conmueve, ya sea por catástrofes de índole natural o por alguna situación o campaña específica que apela a la compasión o la empatía personal. Cabe recordar, sin ir más lejos, el impacto y la empatía social que generó el caso de Camila Gómez, la joven madre que viajó desde la isla de Chiloé hasta el Palacio de la Moneda, para recaudar fondos y visibilizar el caso de su hijo Tomás.
Sin embargo, creo relevante preguntarse si somos solidarios solamente en este tipo de circunstancias, de alta exposición e interés público, o también lo somos en nuestro diario vivir. Tal vez, sería bueno preguntarnos: ¿A cuántas personas he ayudado en el último tiempo? ¿Con quienes he sido solidario? ¿Somos solidarios con todas las personas que habitan nuestro país o solamente con personas con las que tenemos algún vínculo familiar o afectivo? ¿Somos solidarios cotidianamente o solo cuando nos conmovemos en ocasiones específicas?
Creo necesario responder estas preguntas con sinceridad. Tal vez, en el ejercicio de la solidaridad permanente está el antídoto para derrotar la violencia, la polarización y la injusticia que en el último tiempo se han visto aumentadas en nuestro país. Tal vez, si promovemos la solidaridad como un valor fundamental de nuestra sociedad alcanzaremos lo que el Presidente Aylwin señalaba: un país más feliz, más comprensivo y, en definitiva, más humano.
Osvaldo Arriaza Urzúa
Director de Formación e Identidad
IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua