Originalmente, el “Dia Internacional de la Mujer” que conmemoramos cada 8 de marzo, tenía el nombre de “Dia de la Mujer Trabajadora”.
Dos conceptos fundamentales para entender las discusiones históricas sobre esta temática, es comprender la diferencia entre “sexo” y “género”. Sexo son las características biológicas de un ser humano, mientras que Género, son aquellos roles o catálogos asociados culturalmente a un determinado sexo.
Pues bien, en estos conceptos es donde principalmente radican las principales discusiones asociadas a la discriminación de género y cómo desde aquí se atribuyen responsabilidades, funciones, derechos, deberes y privilegios a un cierto tipo de seres humanos, produciendo diferencias aún existentes e injustas, desde lo que entendemos como dignidad humana.
La relación entre género y trabajo es una discusión ya antigua, sin embargo, hoy se presentan variadas reformas que atienden este tema. No obstante, al debe aún tenemos reformas en el ámbito laboral; las mujeres siguen en desventaja, desventajas que en ocasiones son implícitas e invisibles. Es por eso necesario que la política pública y las legislaciones visibilicen la discriminación de género en los espacios laborales y en la precarización del trabajo. Es necesario, por lo tanto, preguntarnos hasta dónde hemos avanzado y qué es lo pendiente, sobre todo en este contexto de emergencia sanitaria, en donde muchas mujeres y hombres conviven con el teletrabajo y la vida al interior de un hogar.
Esto último, sin duda, se cruza con el trabajo doméstico, asociado culturalmente aún a las mujeres. Esto provoca en ocasiones una doble jornada laboral, sin dejar de valorar por supuesto los conceptos hoy de nueva masculinidad, que permiten que la distribución de los roles asociados a un género sea hoy más justa y equitativa, para todos y todas las personas involucradas. Ése es el camino.
Este cruce entre género y trabajo, como ya dijimos, es una discusión antigua, pero hoy más que nunca contamos con un escenario proclive para generar cambios, con una comunidad mucho más consciente y que se resiste a seguir naturalizando situaciones que sin duda debemos cambiar.
No nos olvidemos que no nacemos – desde los roles culturales – como mujeres u hombres, sino que nos “hacemos mujeres y hombres” y en un día como hoy, es necesario reflexionar sobre aquello.
Esperanza Faúndez Escandor
Directora de Carreras del Área Ciencias Sociales
IP Santo Tomás Rancagua