A contrario de lo que podría expresar (en medio de la rabia), el partido frente a La Serena estuvo entretenido. Más allá del resultado, que por cierto es absolutamente nefasto para las pretensiones locales, el juego me pareció de buen nivel, con pasajes intensos y llegadas peligrosas en ambas porterías.
Se midieron dos fuerzas paralelas con sistemas distintos pero apegados a la construcción del fútbol desde zona propia.
O'Higgins se situó como un elenco que apuró por la bandas y en muchas ocasiones ganó los duelos pero se encontró con el despliegue de un gran arquero rival (alternativa viva para la selección) y el despilfarro de sus delanteros, que podían jugar dos días y no hacían un gol.
Genera preocupación y nerviosismo la poca delicadeza para llegar a la malla del oponente. Nadie puede discutir que no hubo oportunidades, pues, sin repetir ni equivocarse, al menos recuerdo tres o cuatro mano a mano, sin incluir allí el penal malogrado por Alarcón.
Pero más que el empate, que creo injusto, siento que una vez más la tarea como dueño de casa queda al debe. La impotencia encuentra su razón, cuando apreciamos que cualquier equipo, sea que pelee arriba o abajo en el campeonato, siempre se lleva algo de Rancagua.
Los forasteros se han transformado en los "paracaidistas" de la fiesta. Llegan sin invitación, toman y comen a destajo, disfrutan más que el organizador y se llevan el vaso como premio. El elenco "Celeste" no puede ni debe seguir siendo comparsa en su propio terreno, insisto en la búsqueda de alternativas, como cambio de táctica o modificación de jugadores porque con este rendimiento la medianía de la tabla nos espera.
Manuel Polgatiz
Periodista y comentarista deportivo