En 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalaba que más de un 20% de los adultos de 60 años o mayores sufría de algún trastorno mental y que el 6.6% de la discapacidad de este grupo se atribuía a esta razón. Como si fuera poco, la pandemia del COVID-19 vino a empeorar la situación, como lo indica un estudio realizado por el Observatorio del Envejecimiento, dependiente de la Universidad Católica, que muestra que más de un tercio de las personas mayores sufre de depresión y el 52% tendría trastorno de ansiedad.
Estas condiciones tienen un gran impacto en la salud física, el bienestar y la calidad de vida de estas personas, por lo que saber qué circunstancias influyen en su salud mental y cómo se debe actuar resulta determinante para ellas y todo su entorno. “Aun cuando las personas mayores corren más riesgo de padecer de estas afecciones, los problemas de salud mental no son parte del envejecimiento. Las complicaciones propias de la edad no determinan su estado mental, por lo que el acompañamiento, la detección y el tratamiento son esenciales”, comenta Magdalena Galarce, médica de servicios clínicos y farmacéuticos de Farmacias Ahumada.
Prestar atención a los factores de riesgo
Para la profesional, es importante prestar atención a los factores de riesgo para evitar que un trastorno mental se desarrolle en las personas mayores. “En esta etapa, pueden ocurrir cambios importantes. Perder a un ser querido o compañera de vida, jubilarse, una enfermedad grave, la soledad y la pérdida de autonomía pueden ser parte de ellos y, a pesar de que muchos pueden adaptarse, hay personas que tendrán más problemas para hacerlo”.
Otros factores para el desarrollo de enfermedades mentales son las patologías crónicas -sus complicaciones y descompensaciones- junto con las discapacidades físicas que pueden irse presentando con los años. “Muchos de los problemas de salud mental se relacionan con una mala evolución de otros problemas de salud, especialmente crónicos, por el agotamiento que significan los cuidados y tratamientos para el paciente. Por eso, aquí es importante una buena asistencia sanitaria y social en general, además de tratar estos padecimientos adecuadamente, ya que ayudarán a prevenir otras enfermedades”, destaca.
Señales de alerta
Tratar oportunamente los trastornos en las personas mayores depende mucho de la capacidad de reconocer algunas señales que ellos mismos nos entregan, como los cambios en el estado de ánimo o niveles de energía, el aislamiento social, cambios en los hábitos alimenticios o de sueño, síntomas somáticos -sin explicación física-, sentir tristeza o desesperanza, consumo excesivo de alcohol, drogas o tabaco, junto con la irritabilidad, ira o agresividad, entre otros.
“Desafortunadamente, las personas mayores son uno de los grupos que tiene un alto riesgo de suicidio en nuestro país. Frente a esto, es importante no sólo estar atentos a estas señales, sino que también actuar en base al acompañamiento. Escuchar -sin juzgar-, validar lo que la persona está sintiendo, orientar o buscar canales para obtener ayuda profesional, ofrecer acompañamiento o asistencia en temas prácticos y cotidianos y mantener un contacto frecuente con la persona son acciones determinantes”, recalcó la doctora.
Además, en esta ecuación, debemos considerar los factores preventivos frente a este tipo de trastornos que deben potenciarse. Uno de ellos es la dieta equilibrada y saludable, que ayudará a mantenerse físicamente sanos o con las patologías de base controladas. A esto hay que sumarle la actividad física, que no sólo ayudará a mantener la musculatura y movilidad, sino que también a reducir el estrés y la ansiedad, junto con potenciar las actividades mentales. En este sentido, la doctora señala que “sociabilizar o pertenecer a clubes de adulto mayor, donde se puedan desarrollar manualidades, redactar textos cortos, realizar puzles o juegos de ingenio como el sudoku o crucigramas siempre ayudarán a mantener un cerebro activo y motivado”.
Estos factores también contribuirán a mantener una participación activa dentro de la sociedad y sus comunidades, pudiendo desarrollar actividades de socialización con pares y dentro de sus entornos familiares. “Sin embargo, y por encima de todo, el apoyo de las familias y cuidadores juega un papel clave en el bienestar de esta población. Evitar la sensación de soledad y aislamiento es una de las estrategias más potentes para promocionar y mantener la salud mental en los adultos. Y en esto, todos somos responsables”, finaliza Galarce.