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Traumas infantiles y su impacto en la vida adulta: cómo las experiencias adversas moldean el desarrollo

Los primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo cognitivo, emocional y social de las personas. Sin embargo, eventos traumáticos durante la infancia pueden dejar huellas profundas que perduran hasta la adultez, afectando la salud mental, las relaciones interpersonales e incluso la salud física. La académica de Psicología de la Universidad de los Andes (UAndes), Consuelo San Martín, explica cómo estas experiencias influyen en el comportamiento y bienestar a largo plazo.

¿Cuándo el miedo se convierte en un problema?

El miedo es una respuesta natural ante situaciones de peligro, pero cuando persiste frente a estímulos que no representan una amenaza real, puede volverse disfuncional. "Cuando tú de repente te encuentras teniendo miedo a situaciones que no configuran una amenaza real y que empiezan a afectar la funcionalidad cotidiana, eso ya puede ser un problema", señala San Martín.

Un ejemplo claro es el de una persona que, tras ser mordida por un perro en su niñez, desarrolla un temor generalizado hacia todos los canes, limitando su vida diaria.

El cerebro en desarrollo: por qué la infancia es crítica

La especialista explica que el cerebro continúa madurando hasta los 18-20 años, especialmente el lóbulo frontal, responsable de funciones como la regulación emocional y la toma de decisiones.

"Es algo parecido a lo que ocurre con el consumo: consumir desde los 8 o 12 años, a ponerte a consumir alguna droga, quizás, a los 40 años, las repercusiones a nivel cognitivo van a ser distintas", compara.

Estudios longitudinales han demostrado que quienes enfrentan adversidades en la infancia (entre los 4 y 12 años) tienen mayor riesgo de desarrollar problemas cardíacos, ansiedad y depresión en la adultez.

Consecuencias a largo plazo: dificultad para interpretar el entorno

Las experiencias traumáticas afectan dos sistemas clave:

  • Aprendizaje del miedo: dificultad para distinguir entre señales de seguridad y peligro.
  • Procesamiento de recompensas: menor respuesta a estímulos positivos.

"Los niños ante las claves que señalizan peligro empiezan a tener una respuesta más apaciguada porque, en términos ambientales, eso es más evolutivamente correcto", indica San Martín. Esto puede llevar a un "aplanamiento afectivo", donde los menores muestran poca reacción ante premios o situaciones gratificantes.

¿Hay esperanza? La importancia de la intervención temprana

Aunque las secuelas de los traumas infantiles son significativas, la especialista enfatiza que una atención psicológica oportuna puede ayudar a reprocesar estas experiencias y desarrollar estrategias más adaptativas.

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