Las galaxias como la Vía Láctea son grandes aglomerados de estrellas, gas (principalmente hidrógeno) y polvo interestelar que se mantienen unidos por la poderosa acción de la gravedad. Esta interacción, la misma que hace que los cuerpos en la Tierra puedan sostenerse al suelo y que esta gire en torno al Sol, domina la componente macroscópica del cosmos y la estructura a gran escala del Universo, explica de entrada el profesor de la Universidad Santa María, Antonio Montero Dorta.
Hablando de galaxias, el físico recuerda que hace dos meses se lanzó el telescopio espacial James Webb (JWST por sus siglas en inglés), “cuyo principal objetivo es observar estos objetos a distancias casi inimaginables. En particular, el gran tamaño del JWST permitirá observar las primeras galaxias que se formaron en el Universo, unos 13500 millones de años atrás. Estas observaciones están llamadas a revolucionar el conocimiento del cosmos y, en particular, del complejo proceso de formación de galaxias”.
¿Qué se sobre este proceso?
Montero Dorta, intenta dilucidar esta compleja duda “responder a esa pregunta requeriría mucho tiempo, aunque podemos dar algunas claves. Debemos primero recordar la composición del Universo. Sabemos que aproximadamente un 5% del Universo está formado por materia común (técnicamente, bariónica), la misma de la que están compuestos los átomos y en general todo aquello que conocemos y, sobre todo, que podemos observar directamente. El 25% del cosmos está formado por una materia exótica, misteriosa, de la que apenas podemos postular, indirectamente, algunas propiedades fundamentales. Sabemos que debe interactuar solo gravitatoriamente (o al menos, principalmente), por lo que no puede absorber ni emitir radiación. La consecuencia principal de esta característica es que no puede ser observada directamente. El 70% restante está compuesto algo aún más desconocido, la energía oscura, una propiedad del propio espacio que se cree podría ser responsable de la expansión acelerada del Universo”.
Misteriosa materia
La composición del Universo sigue siendo una incógnita para astrónomos y científicos. No se conoce la naturaleza de la materia ni de la energía oscura porque se conoce solo un 5% de todo lo cognoscible. Sin embargo, las proporciones antes señaladas y las características generales permiten formular teorías sólidas sobre la evolución del Universo y de sus componentes fundamentales.
“La existencia de grandes cantidades de materia oscura en el Universo es, de hecho, fundamental para la formación de las galaxias en las teorías más aceptadas (y con ellas, de las estrellas, de los planetas). Como mencionamos anteriormente, la materia oscura tiene la propiedad de interactuar solo a través de la fuerza de la gravedad, lo cual permite que colapse más fácilmente (es decir, tiende a aglutinarse en el cosmos). La razón puede expresarse en términos simples: a diferencia de la materia común, la materia oscura no se calienta al comprimirse, por lo que no emite radiación alguna que pueda oponerse el colapso”, indica Montero Dorta.
El especialista también indica que los halos de materia oscura y las regiones del Universo donde esta componente se acumula pueden entenderse como grandes semilleros de galaxias. “Al colapsar más fácilmente, la materia oscura atrae gravitatoriamente a la materia ordinaria, permitiendo que esta se acumule en grandes cantidades para formar galaxias. Sin este anclaje, no se conoce un mecanismo físico que pueda explicar la existencia de las estructuras que encontramos. El Universo sería completamente homogéneo: sin cúmulos de galaxias, sin galaxias, sin estrellas, sin planetas. No sería, quizás, más que una inmensa sopa cósmica como lo fue en “su infancia”. La importancia de la materia oscura en los modelos evolutivos del Universo justifica el gran esfuerzo de la comunidad científica por encontrar la partícula o partículas que la componen”.