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Estudio de la U. de Chile revela que la lluvia limpia el plomo de las ciudades, pero lo traslada a otros ecosistemas

Las palomas urbanas se han transformado en verdaderas centinelas de la contaminación ambiental. Así lo revela un estudio internacional liderado por la Universidad de Chile y publicado en la revista Journal of Hazardous Materials, que analizó plumas de palomas en seis países —Chile, México, Brasil, Irán, Francia y Corea del Sur— para entender cómo se acumula el plomo en los entornos urbanos.

Palomas como centinelas de la contaminación

El trabajo, encabezado por la Dra. Fallon Nacaratte y el Dr. Isaac Peña Villalobos, junto a Renata Novoa, Verónica Palma, Pablo Sabat y Sylvia Copaja, mostró que los niveles de plomo en las aves varían según el paisaje, la cantidad de lluvia y la coloración del plumaje.

“Nos sorprendió que no siempre las ciudades más urbanizadas tenían más plomo. En zonas con mayor impermeabilización del suelo y más lluvias, el agua actúa como un mecanismo de limpieza, arrastrando el metal de las superficies”, explica Isaac Peña. Sin embargo, advierte que esta “limpieza” no elimina el problema, sino que desplaza los contaminantes hacia otros ecosistemas.

Coloración del plumaje y tolerancia al plomo

El equipo descubrió que las palomas de plumaje oscuro acumulan más plomo, cobre y zinc que las de color blanco, debido a la presencia de melanina, un pigmento que se une a los metales pesados. “En cierto modo, las plumas funcionan como filtros: en un ambiente contaminado, las aves más oscuras toleran mejor la presencia de plomo porque lo almacenan en el plumaje y lo sacan de circulación en su organismo”, señala Peña.

Santiago entre las ciudades más afectadas

El caso de Santiago fue especialmente revelador: las palomas de la capital chilena presentaron niveles de plomo similares a los observados en zonas industriales de Corea del Sur. Esto demuestra que, pese a la eliminación de la gasolina con plomo en 2003, el metal aún persiste en el suelo urbano.

Implicancias para la salud humana

El plomo figura entre los diez químicos más peligrosos del mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Incluso en bajas concentraciones puede provocar daños neurológicos y cognitivos. “Las palomas nos están diciendo algo que no vemos: seguimos expuestos a contaminantes invisibles en los lugares donde vivimos y trabajamos”, advierte Peña.

Nuevos desafíos para las ciudades

El estudio plantea la necesidad de crear soluciones urbanas que eviten que la lluvia simplemente traslade los contaminantes. Entre ellas, destacan los sistemas de drenaje y la biorremediación. También abre nuevas preguntas sobre otras especies urbanas y la exposición a metales como el mercurio.

“Las palomas son centinelas de nuestra propia salud”, concluye Peña. “Al estudiar sus plumas entendemos mejor cómo las ciudades almacenan y liberan contaminantes, y qué debemos hacer para reducir ese riesgo.”

La investigación fue desarrollada principalmente en el Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, con apoyo de los proyectos Fondecyt Iniciación N°11221062 y Fondecyt Regular N°1251362.

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