Durante la última década los incendios forestales han crecido en intensidad, expansión y simultaneidad. Según datos de Naciones Unidas, se prevé que para el 2030 los incendios extremos aumenten un 14% a nivel mundial, llegando hasta un 50% para finales del siglo.
Según cifras de la Conaf, en Chile durante las últimas 10 temporadas de incendios forestales ocurrieron 6.890 incendios en promedio, afectando 165.981 hectáreas por año. Las causas de estos siniestros son variadas, pero la principal es la acción humana, ya sea por negligencia, intencionalidad o por causas naturales.
El impacto negativo de un incendio forestal afecta en distintas áreas, pero los daños en el medio ambiente pueden ser devastadores. Para Wilson Espinoza, ingeniero agrónomo y jefe de las carreras Técnico e Ingeniería Agrícola en Santo Tomás Rancagua, “el efecto negativo de los incendios se ven reflejados a largo plazo en la destrucción de la flora y fauna local, con un resultado catastrófico para los ecosistemas”.
Riesgos naturales
Aunque el riesgo de incendios forestales está presente en todo Chile, la zona centro-sur es particularmente vulnerable a este tipo de siniestros. Por sus características climáticas y de vegetación, está naturalmente más expuesta a los incendios forestales. Desde el punto de vista botánico, “las especies de arbustos predominantes en la zona aportan con un gran volumen de biomasa seca y restos vegetales altamente inflamables” que, sumado a la sequía y altas temperaturas esperadas para este verano, predisponen a la ocurrencia de incendios forestales, explica Espinoza.
Por otro lado, la agricultura también es una actividad que puede influir en la ocurrencia de incendios forestales. En el contexto rural, es usual la utilización de la quema para limpiar los campos de residuos de cosecha o despejar terrenos, pero si estas se realizan de forma inadecuada pueden salirse de control y convertirse en un incendio forestal.
Desde ese punto de vista, Wilson Espinoza hace un llamado no sólo a evitar las quemas riesgosas, sino que también a “implementar buenas prácticas agrícolas, como la incorporación de rastrojos de temporada y el aumento de la materia orgánica en los suelos que permitan disminuir la tasa de evaporación de humedad desde el suelo mejorando las propiedades físicas y químicas de éste como protección frente a los riesgos naturales”.
La prevención es la mejor herramienta
Los suelos generalmente están protegidos ante condiciones adversas de la naturaleza. La capa vegetal propia del lugar, es decir, árboles y arbustos endémicos, protegen al suelo frente a eventos climáticos como la erosión y las lluvias, pero al quemarse esta capa el suelo pierde dicha protección y se hace más vulnerable a inundaciones y aluviones. Por lo tanto, buscar alternativas para revertir los daños producidos por los incendios es muy importante.
La recuperación de los suelos luego de un incendio forestal es un proceso lento y complejo, que depende de varios factores, como el tipo de suelo, la intensidad del fuego, la época del año, las condiciones climáticas y la intervención humana.
“Si el incendio no ha sido muy severo y aún quedan restos de vegetación en la superficie, lo más recomendable es dar tiempo a la regeneración natural del ecosistema, que se inicia con la aparición de plantas herbáceas. Pero, si el incendio ha sido total y ha destruido toda la vegetación, el impacto es más profundo y la recuperación puede prolongarse por más de tres años”, advierte el ingeniero agrónomo.
Además, agrega que “en los casos más extremos, se pueden aplicar prácticas de restauración ecológica, como la reforestación con especies nativas, la revegetación con plantas pioneras y la fertilización orgánica. Pero, frente a esta situación la medida más importante es concientizar a la población sobre la importancia de ser cuidadosos con el ecosistema, con la flora y fauna local, siendo la prevención la mejor herramienta de cuidado”.