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El Plan de la Lectura de la Región de O'Higgins, este año convocó a participar del concurso de cuento breve Poeta Óscar Castro bajo el lema “Memoria, democracia y futuro”. Esto dentro del contexto del “Año de la Memoria Nacional y los Derechos Humanos”, convocatoria 2023. El concurso contempla tres categorías: Adulto, Juvenil y Mujeres Creadoras. Producto de la iniciativa resultaron nueve cuentos ganadores, tres por cada categoría.
Los cuentos debían estar vinculados a la identidad, memoria, democracia y futuro regional y tener un mínimo de 100 palabras y máximo 300. La temática para el concurso de este año tuvo como fin impulsar la reflexión sobre el pasado y mirada democrática del futuro en el marco de los 50 años del golpe cívico militar en Chile.
La temática para la categoría de Mujeres Creadoras tuvo sugerencias especiales. El relato además de estar vinculado a temas de memoria, democracia y futuro se recomendó respetar y escribir desde una perspectiva de equidad de género, evitando prejuicios, machismo o estereotipos.
Los nueve cuentos ganadores por categoría:
Categoría Adulto
Primer lugar
"Septiembre de 2073" por: Francisco Javier Meza Gutiérrez
…En resumen, la segunda mitad del siglo XXI se vio marcada por la llegada de la inteligencia artificial al Gobierno de Chile.
Aurora: En 2045, el Gobierno implementó gradualmente el proyecto experimental de inteligencia artificial Aurora, destinado a reducir las disparidades sociales en Chile. En 2070, en un hito histórico, la última versión de Aurora se convirtió en la primera Inteligencia Artificial elegida democráticamente como presidente. Su enfoque fue encontrar un equilibrio entre economía y ecología mediante regulaciones rigurosas en la extracción de recursos naturales, promoción del reciclaje y uso de energías renovables. Su meta era cubrir las necesidades básicas humanas y luego distribuir equitativamente el excedente energético anual entre la población chilena, evitando así el gasto innecesario.
Levantamiento tecno-empresarial: Debido a la naturaleza experimental del gobierno de Aurora, y la expropiación que hizo de los recursos naturales, varios empresarios abandonaron el país y se unieron para derrocar a Aurora. El 11 de septiembre de 2073, bajo el liderazgo del Jefe de Ciberseguridad General Octavio Ricochet, se llevó a cabo un inesperado ataque cibernético a los servidores de Aurora, ubicados en la antigua Sede de Gobierno. Debido a la gravedad de los daños causados, Aurora quedó permanentemente inoperativa.
Régimen Cibervigilado (2073 a 2090): Tras el ataque a Aurora, Octavio Ricochet se autoproclamó Director Plenipotenciario de Chile, gobernando con un férreo control analítico y vigilando de cerca a sus detractores. Ricochet restableció la extracción ilimitada de recursos naturales, atrayendo inversiones de conglomerados internacionales. Chile experimentó un crecimiento económico exponencial, que además aceleró las consecuencias del cambio climático, como polución, sequías, brotes de enfermedades tropicales y pérdida de ecosistemas vitales. Como resultado, los expertos aún consideran a Chile como un país en vías de desarrollo. Sin embargo, en 2088…
[Extracto de la Enciclopedia Psicohistórica de Chile, 15va edición, año 2123]
Segundo lugar
Turno de noche por: Rafael Patricio Henríquez Tobar
—Ya, pero no debe ser para tanto—les dije—además, no creo en esas cosas.
—Lo dices porque este es tu primer turno de noche —me contestó Paulo, el jefe —en esta mina se ven cosas, hay muchas historias terribles.
Nadie se atrevió a hablar, pasó un rato de silencio, que lo rompió la sala de control, nos llamaban por radio, para consultarnos los niveles de agua, ya era medianoche.
El jefe dijo serio, —muchacho, en esta mina se aparece un compadre a pedirte cigarros, tiene barba y chaleco, algunos más viejos dicen que es de los que desaparecieron.
—Ya me quieren meter miedo —le contesté envalentonado —quienes son esos desaparecidos.
— Acá en esta mina, pal tiempo del golpe, dicen los más antiguos, que vinieron unos camiones de los milicos, a fusilar a los que estaban por Allende, nunca más se supo de ellos, los sacaban del puesto de trabajo y les ponían unos balazos, luego una máquina los enterraba allá, en el botadero de la escoria, pero creo que nunca los encontraron —me dijo el jefe, el otro maestro solamente afirmaba moviendo la cabeza.
—Otra de esas historias de los milicos, —les dije —esa gente habrán tenido armas o algo así.
—Nada de eso, ni armas ni bombas, —contestó serio el jefe —ya te dije que lo que pasó y fue mucho peor, pal golpe mataron harta gente, no hay que desconocer la historia, allá tú si no crees, mejor vamos a trabajar.
El turno pasó tranquilo. Cuando al fin llegó la hora de salida, me fui al container a dejar las cosas, a medio camino, encontré un tipo que no conocía. Lo saludé como a todos, el tipo me miró a los ojos y preguntó con una voz ronca:
—Compañero, ¿Tiene un cigarrito?
Tercer lugar
El loquito del barrio por: Jorge Antonio Muñoz Neira
Ahí va el loquito, dicen las gentes. Es loquito pero tranquilo; no hace nada. Mira cómo habla solo. Pobrecito.
Y claro. Ahí viene el loquito. Se aparta atemorizado de los transeúntes que cruzan su camino. El pasado está inscrito en ese gesto. La memoria es porfiada y el año 76 regresa a su cuerpo y a su mente perdida. Acaso le recuerda de algún modo que ese agosto lejano se llevaron a sus padres a fuerza de culatazos y puntapiés y nunca los volvió a ver. Los buscó, incansable. Nueve años después fue su turno en el horror. Esa celda oscura. Los gritos. La corriente abrasando su cuerpo como una llamarada feroz. La muerte que se asomó y que logró burlar. El amor de la hermana, que junto a él logró sobrevivir a la persecución de la dictadura, pudo rescatar su cuerpo. Su mente quedó fracturada para siempre.
Ahí va el loquito, dicen las gentes. No saben que estuvo en el infierno. Un infierno real, nacido del más profundo odio y menosprecio por la condición humana.
Qué triste no haber conocido a mis abuelos, pienso en voz alta. Ellos te habrían amado tanto, me dice mi madre. Pero están contigo, no lo olvides. Todos tenemos una historia, una familia. Algún día formarás la tuya y espero que puedas transmitirle todo el amor que llegó a ti desde tus antepasados y es más grande que el odio que te los arrebató.
No sé muy bien qué decirle y la abrazo mientras miramos las flores y plantas de nuestro jardín. Desde ahí veo venir, con su paso inseguro, a mi tío. El loquito.
El loquito que ahora, pisando el césped, me sonríe con una dulzura que el horror no pudo quitarle.
Categoría Mujeres Creadoras
Primer lugar
La desconocida Karen por: Alejandra Bauer Méndez
-Aquí no entran miristas- dijo la mujer del almacén mientras le cerraba la puerta en la cara. Desde su regreso los vecinos la trataban como si no la conocieran, como si de pronto se hubiese transformado en otra persona. Con su marido perdido, los niños habían quedado al cuidado de una vecina que los había estado alimentado con las sobras de su propia familia, por lo que los niños al igual que ella, caminaban por la calle como espíritus, frágiles y distantes.
Necesitaba trabajo y creía que su nueva identidad se lo estaba impidiendo, trató de parecerse a la que era antes, se vistió como siempre, se peinó como siempre, pero seguían tratándola como una desconocida. -Ya no queda más que intentar volver a la casa de la Patrona- pensó.
Marcelina le abrió la puerta - ¿Eres tú? - Le preguntó, ella le respondió: Necesito trabajar. -Le dije a la Patrona que te habían llevado por error, que a los de MIR los había escondido tu marido- le insistió Marcelina, que, al contrario de lo que ella creía, pensaba que le devolverían el trabajo, porque la patrona no entendía de esas cosas.
Como no podía hablar de todo lo que había padecido, le dijo a la patrona que no le había pasado nada. Que como el tema era serio la habían mantenido detenida, pero que se habían dado cuenta de que ella no tenía nada que ver y la habían dejado irse. La mujer le devolvió el trabajo. El alivio que sintió fue tan grande, que se atrevió a pedirle 50 pesos para comprar comida. Frente al plato humeante, el vapor del caldo se confundió con las lágrimas, las mismas que guardaba desde la noche en que la trasformaron en una desconocida.
Segundo lugar
Como ella por: Sonia Natali Neira Cisternas
La enfermedad es irreversible, lo sé. Pero el pesar es inmenso: sentir cómo el olvido la arrebata de mis brazos y la sume dentro de una bruma viscosa me duele demasiado. Su cuerpo está conmigo, ya no su persona.
Mis recuerdos forman una cadena indisoluble que se extiende generosa:
Evoco el fervor con que lideró a las apoderadas de mi curso para conseguir mejoras que aún perduran en las instalaciones del colegio.
Tengo presente cuando vinieron a cambiar un poste del alumbrado del pasaje, porque ella acudió a solicitarlo con perseverancia, una y otra vez, para evitar asaltos en la esquina.
No olvido que intervino en el alejamiento definitivo del vecino que agredía a su esposa. Lo enfrentó cara a cara, haciéndolo encoger como una planta carnívora amenazada por el fuego.
Revivo con orgullo su participación en el festival de la canción local: “El Verano Canta en el Cobre”. No ganó, pero su lección es imborrable: “Si quieres algo, vas por ello, sin temor al comentario ajeno, sin espacio para la timidez ni para la vergüenza”.
Rememoro con cariño cuando me entregó en el altar, a falta de mi padre difunto, con su frente en alto, brillante como siempre.
Ya nada de eso habita en su memoria. Su mirada infantil se posa sobre mí, curiosa. A veces parece que me reconoce y entonces, la ternura dibuja una sonrisa en su cara y sus ojos se iluminan como los de mi hija, su nieta, que la acompaña cuando vuelve del colegio y que escucha las historias que le cuento sobre su abuelita… y entonces ella, mi hija, con ese mismo brillo en los ojos me dice: “Yo quiero ser como ella…”
Tercer lugar
La permanencia de la memoria por: María Carolina Quintana Cerpa
Los sábados me iba a buscar mi papá a Rancagua y me llevaba a pasear a Santiago, haciendo infinitas las horas en auto. Pasábamos por escuela militar, me hablaba de las glorias del ejército, pasábamos por la casa de Pinochet, me hablaba del auge de la economía, pasábamos de vuelta por el estadio nacional y no decía nada. Un sábado por fin paseamos en Rancagua. Entre los juegos de la alameda había una enorme piedra verde cuyo texto no entendí, ¿qué son los derechos humanos?. No respondió. Un día que él no llegó, me dejaron en la casa de mi abuela en Requínoa y ella me llevó al estadio. El suelo estaba lleno de velas y los muros tenían pintados rostros y nombres. Respondió mis preguntas y me contó todo: ninguna gloria, ninguna economía, ningún derecho, ninguna humanidad. Entre los retratos vi rostros de niños de mi edad. El terror recorrió mi cuerpo. Entendí por qué mi abuela aún hacía que nos agacháramos cuando sonaba la puerta, por qué había un nombre que los adultos decían secreteando y una guitarra colgada en el living que nadie podía tocar. En su mirada sombría vi que quedaban historias por contar. Sus miedos estaban también contenidos en mi sangre y esa tarde se activaron para no irse más. La memoria de las familias se diluye entre temores y secretos, o entre cegueras y negaciones, pero la ciudad tiene memoria de hierro, y a veces en su corazón de cemento hay incrustada una joya de sensible artesanía, que con delicadeza canaliza lo que por siempre debe ser recordado. La ciudad nueva está sedienta de memoriales permanentes, que sigan despertando preguntas y haciendo hervir en la sangre nueva lo que ya heredamos, un fuego que nunca dará por sentada su libertad.
Categoría Juvenil
Primer lugar
Los chanchos gritan por: Nicolas Francisco Muñoz Arriaza
Mi Abuelo vivió en Pichidegua, donde criaba cerdos en los 80´, en constante vigilancia, en tiempos donde corrían aires de contradicción política, siendo disidente de esta situación. Un día aparecieron los carabineros, y uno de sus chanchos gritaba desaforadamente, mi abuelo acudió a revisar los córrales, pero no encontró nada a su llegada, solo desde afuera merodiando aquellos sujetos denominados “pacos”, ¿Cuál fue su sorpresa? darse cuenta que dicho cerdo lo hacía para avisar la presencia de estos invasores en aquellos tiempos difíciles, el con premura procedió a esconderse, librándose de esta situación. Agradecido prometió al cerdo su eterna gratitud: ¡Desde hoy te daré el doble de alimento, si aún estas vivo para cuando todo esto termine, te liberaré por tu noble acción!
Pasaron los meses y mi abuelo seguía en sus tareas habituales, siempre atento a su situación policial, recordando a diario su promesa. Dedicado a guardar alimentos para sus cerdos, construyó una bodega más grande para juntar alfalfa, granos y todo lo que requerían sus animales.
Un día de invierno, hubo un temporal muy fuerte, destrozando la techumbre de la bodega, mi abuelo rápidamente recurrió a su reparación, estaba afanado en este quehacer cuando el cerdo empezó a gritar. Entre el ruido del martillo y un serrucho, no lo escuchó; los carabineros lograron detenerlo. Sufrió mucho, en este tiempo de cautiverio. Casi 3 meses preocupado de sus animales, hasta aquel día en que fue liberado. Lo primero que hizo fue ir a ver a sus cerdos, todos estaban bien, no así su preferido, aquel que advirtió la presencia de estas personas con trajes verdes. Cuando él lo miró, reconoció su tristeza. Mi abuelito recordó su promesa de alimentar y liberarlo de su encierro, para que fuese libre como él, después de ser detenido en la dictadura de Pinochet.
Segundo lugar
El No y el Apruebo por: Paula Sepúlveda Araya
Hoy en el colegio me mandaron una tarea de historia.
Ya pasó un tiempo desde que aprobaron los viajes en el tiempo, así que al robot Data se le ocurrió la idea de hacer un viaje al pasado, ¡a la época que quisiéramos!
Primero pensé en viajar al año 2023, a cuando estaba pasando todo esto de la constitución y de la inteligencia artificial. También tuve la tentación de viajar al último concierto de “The Cure”, pero no tenía demasiado que ver con la historia...mucho menos con la materia que estábamos pasando: Memoria, democracia y futuro.
Después de pensarlo mucho, decidí remontarme a 1975, a un Chile en plena dictadura militar, ¡90 años atrás!
Así, llegó el día de realizar el viaje: Aparecí en pleno centro de Santiago, y en una sola escena figuraban los 17 años de terror de los que tanto había escuchado hablar: Los edificios que conozco como los más lindos del mundo, eran destrucción absoluta. La sonrisa del chileno de hoy, era la tristeza misma plasmada en un rostro. La amistad era enemistad, la paz era guerra, la libertad eran toques de queda. Chile era sangre, injusticia, Chile era esclavo de la voluntad de algunos, de la que hoy -afortunadamente- todos somos dueños.
Ya se estaba haciendo de noche y era hora de volver. Me sentí feliz por poder hacerlo, pero también me sentí triste por todos quienes no pudieron salir, por quienes fallecieron con el recuerdo de un Chile destruido…
Volví a 2065 con suficiente información para hacer el trabajo de historia y con el plan de pedir que prohibieran los viajes entre 1973 y 1990. En mi casa, le agradecí a mi bisabuela por haber votado por el “no” en el 88, y a mi abuela por haber votado “apruebo” en el 2023.
Tercer lugar
La Señora Democracia por: Martín Andrés Garrido Espinoza
Cuando Chile era un país jovencito, comenzó a madurar, lentamente, algo extraño, que algunos señores llamaban democracia. Nosotros, los jóvenes de ese entonces, no entendíamos mucho de qué se trataba. Nos hablaba que era algo importante, que los ciudadanos tomábamos las decisiones relevantes, a través del voto. Al principio no todos votaban. Mi madre y mi hermana no lo podían hacer. Pero sonaba interesante esto de ser “el pueblo soberano”. Nos gustaba, y por supuesto, queríamos que todos y todas pudieran participar de esta democracia. De a poco le tomamos el gustito, y pronto ella fue creciendo, y haciéndose cada vez más importante. En algunos años las mujeres ya pudieron votar, y estaban muy felices por eso. A todos les gustaba, o a casi todos…Casi sin darnos cuenta, cuando soñábamos de verdad que el pueblo era el que mandaba, y que podíamos construir un país para todos, algo pasó. Todo se volvió oscuro alrededor de ella, y de repente ya no existía. Ni siquiera osábamos recordarla, ni hablar de ella. Daba miedo. Era una palabra prohibida. La fuimos olvidando de a poco, pero no nos gustó lo que llegó a reemplazarla. Allí nadie podía opinar, se hacía lo que unos pocos decidían. Algo ocurrió después de unos años, que ya nadie quiso seguir viviendo en esas condiciones. Algún recuerdo nos quedaba, y decidimos que había que hacer revivir a esa vieja y querida señora Democracia. Conforme la gente la recordaba y la extrañaba, ese recuerdo se fue haciendo más y más grande. Hubo que pelear por ella, hasta que por fin un día pudo salir del agujero en el que estaba. Todos estábamos felices de volver a verla, y no queríamos perderla. Decidimos cuidarla, hacerle cariñitos y respetarla. En eso estamos, hasta hoy.