Al despertar, me asomo por la ventana y con una mezcla de alegría e incredulidad observo como una breve lluvia cubre la ciudad. Pausa necesaria luego de 10 años de una mega sequía que no da tregua, ni piensa hacer su retirada… muy por el contrario, se vuelve cada día más dolorosamente nuestra, en un proceso al parecer irreversible que vive nuestro país y el planeta.
El cambio climático es el factor medioambiental que más preocupa en la actualidad a nivel mundial, iniciando un estado de alerta sin precedentes en la historia de la humanidad. Es evidente que las alteraciones climatológicas que hemos comenzado a vivir nos afectan de diversas maneras, y los trabajos vinculados a la ingeniería no están ajenos a este fenómeno. Por ello, desde la posición académica, he querido recopilar algunos antecedentes sobre nuestra infraestructura, particularmente sobre nuestras carreteras.
El transporte por carretera es el sector cuyas emisiones más han crecido durante los últimos años, debido fundamentalmente al aumento de la movilidad, consecuencia del desarrollo alcanzado. Las obras de ingeniería normalmente se veían afectadas por el deterioro propio del uso, eventos pluviométricos de consideración en épocas invernales o sismos de envergadura, para los cuales nuestro país se encontraba medianamente preparado. Pero el escenario cambió.
Fenómenos tan lejanos para nosotros como los tornados, trombas marinas, grandes aluviones, tsunamis, mega incendios, fuertes marejadas – sin dejar las manifestaciones volcánicas en el olvido – han tatuado en nuestro ADN el concepto de resiliencia, la misma que debemos mostrar para adaptarnos en nuestras carreteras.
Como primera medida, debemos comenzar a implementar el concepto de mitigación, realizando cambios en nuestra manera de construir. Debemos impulsar definitivamente la utilización de asfaltos reciclados con procesos más eficientes que impidan la emanación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero. Por ejemplo, a través de políticas públicas que faciliten la reutilización de las miles de toneladas de caucho generadas por los neumáticos en desuso, éstos se pueden utilizar como componente de las mezclas para pavimentos, método que en países desarrollados es aplicado hace ya varios años.
Como segunda medida, existe una infraestructura de carreteras ya existentes, las cuales debemos supervigilar y obtener datos significativos sobre los tipos de incidencias climáticas a las que han sido expuestas. Esto, sin dejar de desarrollar trabajos que permitan proteger zonas sensibles y realizar estudios permanentes sobre las características mecánicas de nuestros suelos a lo largo del país. No podemos olvidar una vía alternativa a la carretera principal, en caso de eventos de alto poder que impidan la interconexión entre las regiones.
Como tercera medida, fomentemos la investigación, el desarrollo y la innovación, siguiendo los pasos de países comprometidos e innovadores. Algunos ejemplos son las carreteras fotovoltaicas que se adaptan de manera positiva al creciente mercado de los autos eléctricos, la utilización de aglomerantes sintéticos para evitar los derivados de combustibles fósiles o apostar por carreteras de plástico reciclado, como lo han hecho los holandeses.
Finalmente, entender que la idea propuesta de no construir carreteras para no fomentar el uso vehicular solo logrará congestión y grandes cantidades de gases contaminantes. Más y mejores carreteras reducirán las emisiones de gas de efecto invernadero, logrando un entorno más sostenible.
Werner Díaz Altamirano
Director de Carreras del Área de Ingeniería
IP-CFT Santo Tomás, sede Rancagua